Jerson Peña, estudiante de 3° medio B de nuestro Liceo, participó en el Concurso Literario Nacional SIAC DIBAM 2017 «Conversemos nuestro Patrimonio«, en donde obtuvo el 3er lugar. Para concursar, los participantes debían tomarse una «Selfie» o una fotografía con un elemento patrimonial histórico, cultural, culinario o tesoro humano vivo y escribir en una plana una obra literaria inédita, relacionada con ese patrimonio. Es así como Peña pensó en participar utilizando el gran reloj del antiguo edificio Liceano, y creó un cuento con él.
Dado lo anterior, Jerson será premiado en una ceremonia en Santiago, el día martes 7 de noviembre del presente, en la Biblioteca Patrimonial del Museo Histórico Nacional. Allí se le hará entrega de un set de libros y un diploma de participación.
¡Felicitamos a Jerson por su creatividad y orgullo Liceano!
A continuación, dejamos la fotografía y el cuento ganadores del concurso:
Las ocho en punto
El reloj estaba en la torre más alta, una de las principales en el edificio antiguo del Liceo de Hombres, aunque para nosotros no era el edificio antiguo, era el actual. Quedaba justo frente al parque, una posición que nos sirvió estratégicamente cuando, a lo largo de los años, aprendimos a utilizarlo para nuestro beneficio.
La situación era así: en las mañanas, antes de entrar a clases, íbamos al parque a dar una vuelta, a veces con los compañeros, otras veces con alguna amiga o amigo, y allí conversábamos. Pero nos gustaba adentrarnos en el parque, así que terminábamos subiendo el cerro. Y subíamos tanto que no escuchábamos el timbre de las ocho en punto. Muchas veces llegamos atrasados y caímos víctimas de las garras de los inspectores, fieros defensores de llegar justo antes de las ocho y cualquiera que llegase siquiera un minuto después sería amonestado. Es por esto que tuvimos que buscar una forma de mirar el reloj desde la frondosidad del parque.
Llegamos a descubrir un lugar que sería preciso, pues estaba en medio camino hacia arriba y ahí, a través de los árboles, lográbamos vislumbrar aquel reloj que nos avisaba efectivamente la hora. Si lo mirábamos y quedaban dos minutos para el timbre, nos despedíamos de nuestros amigos que no eran del Liceo y, junto a los compañeros, partíamos raudos Cerro abajo para así llegar a tiempo. De esta forma evitamos muchas veces los gritoneos por llegar atrasados. Sin embargo, no todos tuvimos la misma suerte, algunos no se alcanzaron a dar cuenta o, simplemente, no fueron tan rápidos como era menester, así que caían en la inspectoría. Si tenían apenas un poco de suerte, caían en la inspectoría de piso, que era más querendona y buena onda que la general.
Pero nuestros días de goce y beneficio a partir del reloj no duraron mucho. Ya llevábamos algunos años utilizando la misma estrategia y traspasándola a los nuevos que llegaban, cuando un terremoto derrumbó el edificio y así también, nuestro reloj. Fue difícil apreciar la imagen de tremendo y majestuoso edificio en el piso, ver destruido el monumento de nuestra juventud, nos dio pena, pero tuvimos que seguir adelante de cualquier forma, con edificio nuevo y sin reloj. Los compañeros que llegaron después supieron del mito, mas nunca lo vivieron en carne propia. Nosotros, quienes fuimos testigos de su utilidad como alarma para llegar a la hora, quedamos con el recuerdo de haber tenido a un reloj de aliado en nuestras gestas liceanas.
Aun así, dicen que el reloj resultó ileso del terremoto, y que se encuentra en una sala del actual edificio del Liceo Enrique Molina Garmendia, esperando inmóvil a ser puesto nuevamente en funcionamiento y así ayudar a los nuevos estudiantes del Liceo, que cuando lo miran piensan “¡qué reloj más grande!, se podría ver la hora de lejos”.